lunes, 26 de octubre de 2009

DESILUSION. Celebrando la vida


Tengo un amigo y una amiga que tienen dos formas distintas de ver la vida. Por un lado está ella, que se autodefine "realista", porque siempre se resiste a ilusionarse con las cosas por temor a que éstas no salgan como ella las imagina. Y por otro lado está él, al que se le encienden los ojillos con cualquier proyecto por mínimo que sea. Ante esta situación ella le suelta algún que otro sermón premonitorio, augurándole que la caída será más gorda si fracasa en su proyecto, por haberse ilusionado demasiado.

Mi amigo, hombre tranquilo, nada le responde. Y es que él no tiene miedo a la desilusión, porque si no le salen los planes ¡se inventa otros! Además, disfruta tanto en el camino, que no le importa demasiado no llegar a la meta.

Dicen que la personas escépticas, las que no esperan nada de la vida, nunca cogen una depresión, porque donde no hay ilusión, no hay decepción; donde no hay proyecto, no hay fracaso. Lo siento mucho por ellos, porque en vez de dejar de entrar en el mar por miedo a ahogarse, ¿no sería mejor aprender a nadar? Me niego a vivir sin ilusionarme, sin esperar nada del mundo, sin arriesgarme para no llorar. Prefiero caerme, porque siempre se está a tiempo de aprender a levantarse, prefiero vivir con ilusiones, porque además de que son gratis, están dentro de un manantial que nunca se acaba. Y a mí me gusta vivir enredada en sus aguas.

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